miércoles, 29 de agosto de 2018


29 de agosto
Día del Árbol
//cdnproxy.turadioinfo.com/251149/noticias/f723c4059c5e7a289e68716dd111802e.jpg El 29 de agosto de 1900, el Consejo Nacional de Educación, en base a la iniciativa del Dr. Estanislao Zeballos, instituyó esta fecha, en celebración al “Día del Árbol”, cuyo festejo se concretó a partir de 1901.

Fotonovelas ESI

En las dos últimas jornadas ESI (Educación sexual integral) les alumnes de la escuela -cada grupo en su curso- se pusieron manos a la obra y pensaron guiones posibles sobre los temas que se están discutiendo, armaron un story board, y tomaron las fotos que conformarían la fotonovela, todo esto en el primer encuentro. En el segundo, concretaron la edición de la fotonovela. He aquí los afiches que pueblan las distintas paredes del cole...











jueves, 16 de agosto de 2018

¡Vamos al teatro!
Los martes orquídeas
Adaptación al teatro de Jorge Maestro basada en la película del mismo nombre, del año 1941.

Jueves 23 de agosto a las 20 hs en el Teatro 25 de Mayo
Triunvirato 4444

Valor de la entrada para la Walsh: $ 125
Para reservar un lugar, anotarse en Biblioteca.

miércoles, 15 de agosto de 2018

Cine

Recomendamos esta película de Diego Gachassin que se proyecta en estos días en el cine Gaumont y los viernes de agosto en el MALBA





Una carrera con obstáculos

por Leyla Vela
Otra vez la misma rutina; la fría mañana de invierno y las ganas de seguir durmiendo me congelaban los pensamientos positivos. Luego de tomar mi taza de chocolate caliente como todos los días, éstos fluían y arrancaba mi camino al trabajo normalmente. Mi principal objetivo era dejar de vivir con mis padres porque ellos eran médicos y esperaban que yo también lo fuera. Yo quería ser una exitosa abogada y su presión no me dejaba estudiar tranquila, no respetaban mi decisión, estaban decepcionados e insistían en que cambie de carrera. Mi motivación ayudaba a mejorar mi desempeño laboral y aunque podía separar lo laboral de lo personal hubo un momento en el que estos se mezclaron y todo se fue en picada.
Yo era una simple empleada con mucha sed de independencia y sueños. Cuando terminé la secundaria ya tenía dieciocho años y empecé a trabajar en un estudio de abogados, lo cual era emocionante porque estaba relacionado a mi futura carrera. Todas las mañanas me encargaba de la parte administrativa. Se me erizaba la piel al pensar en que en algún momento yo sería la que tendría su propio estudio, la que estaría al mando. Algún día iba a terminar mi carrera y felizmente iba a dedicarme a algo que realmente me gustaba. Ya iba por mi segundo año de cursada y no me faltaba mucho para poder empezar a poner en práctica la mudanza; tenía mucha confianza en mí misma y estaba convencida de que todo el esfuerzo que estaba poniendo iba a tener sus frutos.
Uno de esos días en los cuales me tocaba hacer trámites, mi estado emocional no era muy estable. Recuerdo que la noche anterior había discutido con mi padre, lo que nunca había sucedido tan fuertemente hasta ese momento, y sentí cómo una parte de mi corazón se había roto; también sentí una decepción muy grande, quién sabe exactamente por qué. Creo que ni siquiera yo sabía por qué me sentía tan triste, después de toda la situación me puse a pensar… y Mario Benedetti dijo “tengo la teoría de que cuando uno llora, nunca llora por lo que llora, sino por todas las cosas por las que no lloró en su debido momento”.  Creo que ésto se hubiese podido aplicar a esa situación. De todas las veces que había ido a hacer trámites a los mismos lugares, ya teníamos como una especie de amistad con una de las chicas del banco; yo podía contar con su oído y su hombro cuando me sentía mal y ella con los míos. Solíamos ir a tomar mates al parque de vez en cuando, Nos podíamos quedar charlando por horas y horas, hablando de diferentes temas. Después de aguantar el llanto toda la mañana, me largué a llorar cuando la vi y hablamos acerca de lo que había pasado: le conté que no sabía si podría seguir con mi trabajo porque la depresión no me permitía hacerlo con tranquilidad. En esos momentos mi motivación se había desvanecido y mi optimismo era nulo. Sentí que ninguno de mis objetivos podría cumplirse, que estaba obligada a cumplir con las expectativas de mis padres para contar con su apoyo para que todo fuera más sencillo. Porque aunque estaba intentando seguir adelante con mis sueños, me faltaba el apoyo de mi familia y el orgullo de mis padres por todo lo que estaba logrando.
Tiempo después, su cara me hizo sospechar que algo había sucedido. A juzgar por su enorme sonrisa parecía ser algo bueno. Al acercarme le pregunté qué había pasado, a lo que respondió con otra sonrisa. Luego de insistirle unas veces me dijo que tenía una sorpresa para mí: me comentó que había un detalle del cual no me había hablado jamás. Me dijo que había un integrante de su familia que se encontraba en el lugar, que al conversar con él sobre mi situación demostró interés en ayudarme. En el momento no entendía cómo podía haber una persona interesada en ayudarme; quizás era por todo el pesimismo que tenía en la cabeza. Esperé unos minutos a que concluyera su jornada laboral y cuando volvió me dijo al oído para que nadie escuchase que su tío era el reconocido abogado Mauricio D’Alessandro, que estaba interesado en hablar conmigo pero que propuso hacerlo en un lugar privado para que podamos charlar tranquilos. Recuerdo que estaba muy emocionada, por un momento todo lo que estaba pasando dejó de importarme y mis ganas de seguir adelante con mi carrera eran inmensas nuevamente, sentí que mis energías se habían renovado, que todas las recomendaciones que me podría hacer me iban a ayudar mucho y eso que todavía no había hablado con su tío. Comenzamos a caminar hacia una de las oficinas de ese edificio enorme en la que nos estaban esperando con unos sillones, en los cuales podríamos quedarnos hablando por horas sin sentirnos incómodos. Era muy agradable el buen trato que estaban teniendo para conmigo; nos sentamos los tres a conversar sobre mi situación entre otras cosas y la verdad que fue muy emocionante. Mauricio sabía que yo estaba trabajando para poder irme a vivir sola y poder estudiar tranquila, así que nos propuso a mi amiga y a mí ayudarnos ¡para que nos pudiéramos mudar! Él era dueño de un edificio y nos ofreció quedarnos en uno de los departamentos, así las dos podíamos estudiar nuestras carreras deseadas. A mi amiga le gustaba mucho la idea de estudiar algo relacionado al turismo y como también vivía con sus padres, después de conversar un rato nos dimos cuenta de que era una buena oportunidad de por fin independizarnos. La felicidad que sentía en ese momento era inexplicable, estaba inmensamente agradecida de la oportunidad que me habían dado. También fue muy interesante hablar con Mauricio acerca de la carrera; me ayudó a darme cuenta, una vez más, de qué es lo que realmente quiero ser, me dio más determinación que la que ya tenía.
Después de que se me pasó toda la emoción del momento empecé a sentir nervios al pensar en la reacción que podrían llegar a tener mis padres, aunque ésta no fue como yo esperaba. Había pasado todo el camino pensando en cómo les iba a contar todo lo que me había pasado esa tarde y después de todas las cosas que se me ocurrieron decidí no pensar más en ello y dejar que todo fluyera. Cuando llegué a mi casa colgué las llaves y apoyé mis cosas en la mesa que estaba al lado de la puerta, colgué mi campera en el perchero que nos había regalado mi abuela y me dirigí hacia su pieza donde mamá estaba leyendo uno de sus libros favoritos. Respiré profundo antes de entrar y la saludé, Nos pusimos a hablar de cómo nos había ido a cada una en el día y después de eso le comenté que, si todo iba bien, en un tiempo iba a dejar de vivir con ellos. Me hubiese gustado comentarle a los dos al mismo tiempo, pero mi padre llegaba a mi casa al día siguiente y la felicidad y ansiedad no me dejaron esperar para contarlo. Mi madre se tomó muy bien la noticia. Se puso muy contenta por mí y me dijo que mi padre seguramente también lo iba a estar, más allá del mal momento que estábamos pasando.
Por suerte todo fue bien. A los dos meses ya nos habíamos terminado de mudar. Con la ayuda de la familia y los ahorros de las dos pudimos comprar las cosas básicas necesarias y las dos estábamos felices, trabajando y estudiando. No teníamos mucho tiempo para nosotras pero igualmente estábamos bien; teníamos la esperanza de que en el futuro íbamos a poder trabajar de lo que queríamos. Cada dos semanas más o menos Mauricio nos visitaba para ver si estábamos bien y si necesitábamos algo nos seguía ayudando. Éramos dos afortunadas. Finalmente me sentía libre: mi familia no estaba comiéndome la cabeza todo el tiempo con mi carrera, nos veíamos seguido, casi tres veces por semana y teníamos una mejor relación. A veces me pongo a pensar en si habré hecho una buena elección. Capaz fui egoísta y podría haber disfrutado más de mis padres, pero yo no lo llamo egoísmo, en el mal sentido de la palabra. ¿Vos qué pensás?


lunes, 13 de agosto de 2018


Ella 

por Kiara Álvarez


Ella, tan viva
con su pelo negro como el carbón,
lleva una sonrisa con ilusión.
Pues se dirige a su primera entrevista laboral,
y bien no sabe que será contratada para su final.
Obligada por la sociedad,
a tener un trabajo de “verdad”,
con su voluntad,
desea poder vivir con dignidad.
Tan solo veinte minutos fueron precisados,
para darle el trabajo tan buscado,
que si bien no era el más anhelado,
era el necesitado.
Ella, que estaba tan viva
poco a poco,
con el paso del tiempo,
sintió ira.
Sintió el egoísmo,
desprecio y envidia,
de aquellos compañeros que una vez le habían dado la bienvenida.
Día tras día,
todo se volvía más duro,
semana tras semana su mundo se marchitaba,
y aunque contra esa negatividad luchaba,
el dolor una vez más pudo
con su corazón puro.
Harta de toda esa violencia brutal
juntó valor y la renuncia fue a presentar,
debía alejarse del entorno letal
ya estaba en juego su salud mental.
Ella, con tan poca vida
no tenía en claro a donde iría,
quien la ayudaría,
aunque sí sabía
que le sería difícil abrir sus alas,
mantener la mirada alta,
soñar su cuento de hadas.
Los años pasaban
las canas de su cabello se apoderaban,
pero su sonrisa y ojos recuperaban
la vitalidad que los representaban.
Ella, con pocos minutos de vida
por última vez recordó,
como su primer trabajo la marcó,
y a pesar de que parte suya destrozó
gracias a ello pudo alcanzar,
lograr,
apreciar,
que lo importante de la vida,
es alegremente,
vivirla.

miércoles, 8 de agosto de 2018


Entre tinieblas

por Candela López Lamanuzzi


Llegó la hora de volver a casa.
El día en el trabajo se me había hecho especialmente largo, en parte porque hubo poco movimiento y fundamentalmente porque la noche anterior me desvelé terminando de leer un cuento de Edgar Allan Poe.
Todo el día había estado pensando en ese cuento y sentía una extraña mezcla de somnolencia con la presencia de sus personajes.
Ya se había terminado el día laboral y sólo me restaba caminar hasta la parada del colectivo, a unas siete cuadras, y llegar a casa para comer algo, darme un baño y dormir hasta el otro día.
Al salir me encontré con un día gris, neblinoso. Una fina llovizna otoñal humedecía las veredas. Pese a ser las 19 hs. el día se había oscurecido totalmente. En ese momento pensé que disfrutaría mucho más la llegada a mi casa.
Al llegar a la parada noté que la luz del farol era tenue, casi inexistente.
Mis deseos de que el colectivo llegara rápidamente iban creciendo al compás del silencio de esa calle tan solitaria.
De pronto, a lo lejos, pude vislumbrar una figura borrosa que se aproximaba. Recuerdo que me llamó la atención su andar tambaleante y me preocupó pensar que tal vez se trataba de una persona ebria, lo que aumentó mi inseguridad.
Nunca había sentido tanta incertidumbre. Y no había rastros del maldito colectivo. Mientras la figura más se acercaba mi temor más se incrementaba.
Al llegar junto a mí, vi claramente que esa silueta, que había surgido de la niebla, era un enorme mono. Automáticamente me cubrí el rostro con los brazos y me sobrecogí con mi propio alarido. En simultáneo, el mono también gritó y de un saltó fue a parar al medio de la calle aún desierta.
Al abrir los ojos comprobé que en realidad se trataba de un anciano que me miraba sorprendido y asustado, preguntándome qué había pasado.
Sentí mucha vergüenza y pensé que quizás ese anciano creyera que la ebria era yo. Me disculpé como pude, y afortunadamente llegó el colectivo.
Llegué a casa, todavía un poco alterada y al dejar mi mochila sobre la cama, vi sobre la mesita de luz el libro de Poe que tanto me había sugestionado. Lo tomé y lo escondí en lo más profundo de mi placard.

Producciones de nuestros estudiantes

A partir de hoy publicaremos, todas las semanas, producciones escritas por estudiantes de nuestra escuela.